Los picudos, esos puñeteros!
Como comenté en un anterior post, el 19 de junio estaba
programado como día de tratamiento de mis palmeras, con inyección de agua y
pimienta de cayena y así se hizo, se cumplió el programa. No iba a programar
incumplimientos.
Lo que observo es que, excepto dos picudos que he encontrado
muertos en la terraza, igual que comentaba en mi anterior post, no veo picudos
por ninguna parte. Parece que se han asustado y no aparecen por aquí. La última
revisión a las palmeras la he hecho antes de sentarme delante de la máquina,
son las 15 horas, sol de justicia y 34º. La hora de revisión no es casual, siempre
elijo la que supongo más calurosa de la
jornada. El calor moviliza a los picudos, lo hacen paseando, que también les
gusta, o volando, a pesar de ser unos malos voladores. Volando son un desastre,
no saben ni a donde van ni siquiera si llegarán. Son rústicos, torpones y
verlos aterrizar es un poema. Una de las observaciones con la que mas disfruto
es verlos tranquilamente posados en la palmera y, en un momento mágico, se
desploman, pierden el control, y caen a plomo. A partir de este momento quedan inmóviles
y pasado un tiempo comienzan a mover las patas hasta que por fin mueren. Una,
para mí, curiosidad es que solo mueven
las patas de un lado. En las observaciones que he realizado siempre ocurre que
las patas del lado izquierdo, visto boca arriba, con las patas al aire, no se
mueven. El último que observé estuvo horas moviéndose, ‘en coma’, imagino, antes
de entregarse y morir.
Así que, de momento,
tranquilidad y a esperar vigilante, pero tranquilo, durante todo el
verano y proceder según se manifieste nuestro huésped. Siempre es bueno tener, o
disponer, de cayena molida, de uso rápido.
Y así, con este trajín, hasta otro día.