Los picudos y la Navidad
Hola, hoy es 20 de diciembre.
Esta mañana, cuando me encontraba aun en la cama, con la mente serena y,
todavía, exenta de las maldades del día, pensé que si no sería interesante
escribir sobre las palmeras, no las mías, secas por el ataque del picudo. Así que
convencido de ello he cogido el coche y he dado una vuelta por los alrededores.
He visto varias, unas secas y
otras muy secas, con las palmas apuntando al suelo, deplorables. Me resulta un
espectáculo triste si tenemos en cuenta que una palmera es una maravilla de
crecimiento lento y que, aunque sólo fuera por eso, tendríamos el deber moral
de protegerlas.
No entenderé nunca como hay
personas que mantienen este espectáculo, francamente desagradable, en la puerta
de su casa. Otras se encuentran en zonas de huerta y cuando son altas, de gran
porte, vistas en la distancia, también impresionan.
Hace unos días coincidí en la
cafetería con una amiga, y conociendo mi interés por las palmeras y que
castigo, con mis escritos, a algunas personas, me contó que en su pueblo, no
voy a decir su nombre, han fumigado las palmeras y que las palomas, aun
pichones, caen al suelo. He tratado, dice, de reanimarlos pero mueren envenenados. Quedé impactado. La
próxima vez que fumiguen voy a ir a ver cómo lo
hacen y con qué insecticida. Otra es que han alertado a los habitantes
del pueblo a que no ingieran dátiles de estas palmeras por miedo a que resulten
envenenados.
Una rareza es que se fumiguen con productos
altamente contaminantes, venenosos, poniendo en peligro la vida de otros moradores de las palmeras e incluso de las
personas.
Parece un disparate fumigar en
este tiempo, con frio, cuando el vuelo de los picudos es escaso o nulo. En este
tiempo se encuentran muy alegres y disfrutando,
jugando, cantando villancicos y celebrando la Navidad en el interior del tronco
de las palmeras, después de haber superado
un año duro, lleno de peligros.
Y así, con este trajín, hasta otro día.
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